Agosto 2023

Espacio de reflexión para acompañar el crecimiento de nuestros hijos.

Este mes les proponemos los siguientes temas:

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Acuesta a tus hijos leyendo un libro, no viendo la televisión

Nada resulta tan terapéutico y reconfortante como conseguir que un niño se duerma mientras le leemos un libro. La experiencia de la escucha es clave también para su dominio lector. Además, a través de nuestra voz, llevamos al niño a ese universo fantasía y aventuras donde su cerebro encuentra calma y la invitación a seguir soñando feliz mientras duerme.

Francesco Tonucci es un notable pedagogo italiano que ha basado todos sus trabajos en el estudio del desarrollo cognitivo de los más pequeños. Para él, algo tan sencillo como apagar la televisión y leer un libro a nuestros hijos, es crear grandes lectores el día de mañana. Supone además, acercarlos a un valor que los hará libres, más curiosos y por supuesto, dignos herederos del legado que nos dejan los buenos libros.

Los niños se convierten en grandes lectores en el regazo de sus padres, por ello, no dudes en ser el mejor ejemplo, deja que te vean zambullirte en un mar de letras para que ellos naden en un mar de sueños…

Si bien es cierto que a veces estamos cansados y que resulta más fácil reunirnos todos ante la televisión a última hora del día, piensa que la infancia de tus hijos es muy breve, y el mejor momento “siempre es ahora”. Aprovecha cada segundo y cada instante, haz de ellos tus cómplices ante un libro, deja que el sueño les venza en tu regazo mientras pones el fin a ese cuento. El día de mañana te lo agradecerán.

Un libro abierto es un cerebro que habla y una mente que escucha

Uno de los problemas que solemos tener con los niños en lo que se refiere a la lectura, es que muchos se acercan a los libros por obligación “escolar” y no por placer. Esto no debería ser así. El buen lector se acerca por primera vez a esos océanos de letras en su infancia por pura curiosidad y sutil desafío.

La lectura, como el amor, es la piedra ideal para afinar el alma.

Algo tan sencillo como darles libertad a la hora de escoger sus lecturas es algo que siempre trae buenos resultados, pero aún lo es más el que nosotros mismos actuemos como modelo. De hecho, para Tonucci, no hay mejor juguete que un libro y no existe mayor acierto que favorecer la capacidad de escucha de los niños oyéndonos a nosotros leer.

Para comprenderlo mejor, te invitamos a tener en cuenta estos aspectos sobre los cuales, reflexionar.

Los beneficios de la lectura relajada

Gracias a un trabajo llevado a cabo por la “American Academy of Pediatrics” se nos reveló algo importante a tener en cuenta: los niños de entre 2 y 6 años no deberían estar expuestos a la televisión o a dispositivos electrónicos durante más de una hora al día. Desde los 7 hasta los 12 años deberíamos controlar que no se excedieran de las 2 horas.

Según este estudio, la visión prolongada de la televisión o del ordenador, puede desarrollar un déficit de atención en los más pequeños. Esto se debe a que el córtex frontal, aún inmaduro en los niños: se sobreactiva demasiado con las ondas electromagnéticas.

Dejar que nuestros hijos se duerman viendo la televisión no es precisamente lo más terapéutico, a pesar de que nosotros mismos lo hagamos a menudo. Hablamos de educación, pedagogía y ante todo de salud infantil, por ello, antes que dejar que el sueño les venga frente a la tele o en la tableta, es necesario poner en práctica el buen arte de la lectura relajada.

  • No importa que tus hijos aún no hayan adquirido aún la competencia de la lecto-escritura o que ya estén consiguiendo sus primeros logros. Algo tan sencillo como sentarnos con ellos en la cama y empezar a leerles, va a suponer un enorme beneficio para su desarrollo neuronal y emocional.
  • La lectura relajada aumenta el flujo de sangre hacia el cerebro, aporta bienestar al niño además de una calma muy gratificante apropiada para ese último instante del día.
  • El área cerebral que más se estimula en el proceso de “escucha” es el área prefrontal, indispensable para desarrollar y potenciar muchos procesos cognitivos en los niños: desde la atención, la imaginación y los razonamientos más complejos.

Leer a tus hijos algún cuento o libro con un mensaje ejemplar o un buen razonamiento moral, puede potenciar su empatía y el respeto hacia sus semejantes. Vale la pena.

La lectura relajada, un vínculo de cariño entre padres, madres e hijos

Lee a tus hijos con placer, sin pensar que estás perdiendo el tiempo o que tienes muchas cosas que hacer además de eso. Permite que el tiempo se detenga y os atrape, deja que la emoción de ese libro os envuelva y que tu voz cautive el corazón de tu hijo.

Ningún regalo podrá superar esos momentos de lectura compartida, a esos lugares inventados donde los sueños, las aventuras y los misterios aceleran su imaginación mientras su respiración se acompasa poco a poco y lentamente, a medida que le llega el sueño y, simplemente, se rinde.

La lectura relajada a última hora del día es un modo maravilloso de educar sus mentes y de permitir que su cerebro madure en equilibrio. Los libros son un legado que se comparten entre padres e hijos, y nada debería sustituirlos, aún menos la televisión o las nuevas tecnologías…

Fuente:
La Mente es Maravillosa
Autora: Valeria Sabater.
Fecha publicación: 07 junio, 2019

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Peleas entre hermanos, claves para conciliarlas y superarlas

Las peleas entre hermanos son un comportamiento normal que surge a partir del segundo año de vida. Primero empiezan siendo físicas y luego, con la edad y con la adquisición del lenguaje, se vuelven más sofisticadas. Las peleas ocurren más frecuentemente entre los 6 y los 12 años y se dan en todas las clases sociales y en todas las culturas, aunque con la entrada en la adolescencia estas peleas tienden a desaparecer gradualmente.

A menudo los juegos terminan siendo una pelea por la falta de límites. Otras veces por celos, pero la mayoría de las veces lo que se busca es la atención de los padres. Lo importante para que vayan desapareciendo estas conductas es que sientan que cada uno tiene su espacio y su lugar con los padres y sobre todo que su hermano no es una amenaza. Llegar a esto no será posible sin fomentar la autoestima de nuestros hijos.

También pueden surgir cuando los niños se pelean para defender su territorio porque no hay adultos alrededor que medien. En este caso los niños están solos y aprenden a defenderse así.

Estar con los hijos no significa solo estar físicamente. Es importante saber si necesitan algo o aprovechar los conflictos para educar. A menudo en los parques se ven conflictos entre los niños y aunque hay adultos alrededor ninguno interviene para ayudarles a resolverlo. Y no es cuestión de intervenir cada vez que den un grito sino de aprovechar ciertas situaciones para enseñar.

¿Cómo podemos evitar que nuestros hijos se peleen tanto entre ellos?

Es muy importante que haya unas reglas claras en el hogar y sobre todo los padres deberán dar ejemplo de estas reglas. Algunos ejemplos de estas reglas son: no entrar en el dormitorio sin llamar, no leer los cuadernos del otro, etc.

Mis hijos se pelean. consejos para superarlo

“El Bueno y el Malo”

A veces los padres perdemos la objetividad y nos justificamos en que ya tenemos “fichados” a nuestros hijos. Tendemos a dejarnos llevar por nuestras estructuras internas donde ya hemos establecido categorías: “el bueno” y “el malo”. Además, es real que algunos niños son más problemáticos que otros, pero como dice el refrán “dos no pelean si uno no quiere”.

Una clave importante es no etiquetar a los niños. Si le decimos a nuestro hijo que es malo se comportará tal y como esperamos de él e intentará cumplir nuestras expectativas. Por lo tanto será “malo”. Por otro lado, hay que intentar mantenerse neutral y si el “bueno” hace algo, hay que cortarle de la misma forma que al “malo” a pesar de que este último nos tiene más cansados.

Las comparaciones

¿Cómo te sentirías si tu jefa te comparase con tus compañeros? El mensaje que le estamos dando a un niño es que su hermano es mejor que él. Esto solo fomenta los celos y aleja. Es bueno evitar comparaciones tanto en los comportamientos como en sus habilidades.

Fomentar la empatía

Es importante que los niños sean capaces de ponerse en el lugar de los demás, solo así podrán respetarlos y entenderlos. Por ejemplo, si insulta al hermano pregúntale como se sentiría él sí le llamasen tal cosa. O si le tira arena pregúntale si a él le gustaría que le tirasen arena. Cualquier ocasión es buena para fomentar la reflexión sobre lo que pueden sentir los demás.

Da ejemplo

De nada nos sirve decirles a los niños que no se peleen o no se insulten si nosotros estamos todo el día peleándonos. No hay mejor educación que el ejemplo, por lo tanto soluciona tus problemas de la misma forma que les pides a ellos que los solucionen.

Comunícate con tu hijo

Intenta saber cómo se siente tu hijo respecto a su hermano y si hay algo que esté generando conflictos. Es posible que se sientan menos escuchados, menos habilidosos o simplemente quieran acercarse más y no sepan cómo.

Fomenta el cariño entre hermanos

Es bueno que realicen tareas cooperativas entre ellos o con toda la familia. Por ejemplo, cocinar juntos, escribir un cuento cooperativo o hacer un cuadro de arte abstracto entre todos.

Que resuelvan sus conflictos

Cuando discuten por algo también están buscando un acuerdo. No pasa nada porque tengan diferencias y conflictos. Solo hay que intervenir cuando no saben resolverlo solos o los están resolviendo de una forma poco saludable. Por ejemplo, los niños pueden estar un rato discutiendo si una cosa es roja o es azul. No pasa nada, están explorando la dialéctica y la postura del otro, no lo tomes como una discusión.

Durante la pelea

Lo primero que podemos hacer cuando se estén gritando o insultando es actuar con calma y no gritarles, pues no queremos enseñarles que los problemas resuelven gritando. Les separaremos y solo cuando estén calmados hablaremos con ellos para saber el motivo de la pelea. Luego les volveremos a dar la oportunidad de jugar sin pelearse. Para ello les podemos preguntar sin van a jugar sin pelearse y solo cuando confirmen que lo han entendido les permitiremos volver a jugar juntos.

Durante la armonía

A todo niño le gusta que sus padres le digan lo bien que hace algo, así que refuerza a tus hijos lo bien que se lo están pasando cuando no estén peleándose. Diles que te gusta mucho verlos así y sonríeles o hazles una caricia, lo que te salga natural. Este tipo de refuerzos son mucho más eficaces y duraderos que los castigos así que, por último, aprovecha cualquier ocasión para premiarles así.

Fuente:
Psicología Madrid
Autora: Rebeca Carrasco
Fecha Publicación: No se especifica

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El cerebro de los adolescentes y cómo convivir con ellos sin caer en la desesperación

Una amiga se quejaba hace unos días de su hijo adolescente. No escuchaba, estaba todo el tiempo enganchado al móvil, tenía cara de aburrimiento profundo en actividades familiares y, lo que es peor, valoraba más las opiniones de sus colegas que lo que decían sus padres. Posiblemente, cualquiera de las quejas anteriores resulta bastante generalizada sobre los jóvenes. Pero, si se recurre a la neurociencia, se observa que todas ellas tienen una explicación: nuestro cerebro, durante la adolescencia, está sometido a un intenso baile hormonal que nos lleva a comportamientos imprevistos e incómodos para los adultos, padres, educadores y todo aquel que esté con ellos. ¿Qué nos sucede en esta época de nuestras vidas? Entenderlo es importante para tener una mirada más amable con quienes se encuentran en esta etapa y, de paso, no dejarse arrastrar por una excesiva desesperación. Para ello, será de gran ayuda una obra que yo considero maravillosa, El cerebro masculino, de Louann Brizendine, profesora de la Universidad de California, en San Francisco.

La testosterona y la vasopresina son las hormonas que alteran en los chicos la manera de percibir la realidad; mientras que el estrógeno y la oxitocina son las que influyen en las chicas. En el caso de los chicos, las hormonas les van a propiciar conductas agresivas y territoriales en la adolescencia; mientras que las chicas van a valorar aún más las relaciones y las conexiones emocionales en este periodo de tiempo (en otro artículo nos centraremos en ellas). Y el crecimiento hormonal es exponencial.

La testosterona de los chicos se multiplica por veinte desde los nueve años hasta los quince. Como dice la científica Brizendine, si fuera una cerveza, equivaldría de pasar de beber una lata al día a ingerir ocho litros en veinticuatro horas. Casi nada. Este baile hormonal provoca varias cosas: por un lado, masculinizará sus pensamientos y su cuerpo. La búsqueda sexual se convertirá en el centro de sus mentes, como un telón de fondo de todo cuanto ven. Junto con la testosterona, la vasopresina, reforzará la defensa de sus territorios (habitación, armarios…) y provocará que sean más sensibles a los desaires reales o no de los colegas.

La testosterona hará, además, que cambien los horarios del sueño: se vuelven más búhos que nunca, lo que les lleva a estar dormidos en las clases de primera hora del día. Igualmente, los centros de placer se entumecen durante la adolescencia, lo que significa que se aburren soberanamente si lo que tienen enfrente no es intenso (de ahí que les gusten determinadas películas que más de un adulto sufriría viéndolas o que ciertas actividades familiares sean una tortura). Igualmente, las hormonas son las causantes de que aprendan a disimular las emociones a través de la pose o del engaño o a poner cara de póker cuando se les dice algo que nos les interesa, como una estrategia antiquísima de supervivencia. Además, no escuchan como les gustaría a los adultos, pero por una explicación química. La testosterona hace que el sistema auditivo de un adolescente inhiba ciertos sonidos, es decir, hacen oídos sordos de manera inconsciente (algo que, por cierto, perdura cuando son adultos en comparación con las mujeres).

La intimidad y el contacto físico con la madre son cuestiones que varían profundamente. A partir de los 12 años y en términos generales, no van a querer tanta cercanía como tenían antes. Según algunas investigaciones, el adolescente llega a sentir rechazo del cuerpo de su madre e, incluso, de su olor. Por tanto, no se sentirán muy cómodos cuando la madre les arregle el pelo o les pregunte sobre qué tal les ha ido el día.

La autoestima del adolescente se basa en la aprobación de sus amigos, en vez de las de sus padres (lo que lleva a más de un disgusto de los progenitores). Además, su auto confianza es directamente proporcional a cómo se muestra con sus colegas. Y si no pueden ocupar la primera posición en cualquier aspecto competitivo, tirarán de la pose de “no me importa”.

Y lo que es más importante, la parte del sistema de inhibición de nuestro cerebro, el córtex prefrontal, no termina de madurar en los chicos hasta los 21 o 22 años, lo que impide que se reflexionen las cosas o se sopesen los peligros de manera adecuada. Por eso, el control que ejercen los padres en este periodo de la vida es fundamental, ya que los adolescentes son incapaces de identificar todos los peligros.

En definitiva, la adolescencia es una época de desafíos para los padres y para el cerebro de los jóvenes. Aprenden a decir no y a crear su propia identidad, que les ayudará a moverse por el mundo. No es fácil para muchos adultos, pero se ha de entender que forma parte de las claves de supervivencia que tenemos incorporadas. En la medida en que les entendamos, que sepamos ver sus fortalezas y que sepamos que están en pleno proceso de crecimiento, podremos vivir más relajados y trasladarles la confianza que ellos necesitan.

Fuente:
www.Pilarjerico.com Autora: Pilar Jericó
Fecha publicación: 15 Abril 2019

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