Septiembre 2021

Espacio de reflexión para acompañar el crecimiento de nuestros hijos.

Este mes les proponemos los siguientes temas:

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Cómo hablar sobre sexualidad con nuestros hijos

Nuestros hijos viven en una sociedad sumamente sexualizada donde están expuestos a lenguaje, imágenes y conductas sexuales antes de estar preparados, desde el punto de vista de su desarrollo, para manejarlos. Los niños no pueden hacer nada con respecto a las hormonas que aparecen a los 12 años, pero no tienen más remedio que aprender a manejar sus cuerpos cambiantes y los nuevos impulsos en una sociedad que les muestra que "sí" pero les dice "ahora no".

  • No desacredite al amor. Entienda la importancia de los vínculos románticos en la vida de un adolescente y los sentimientos intensamente fuertes que generan, incluso aunque su definición y perspectiva del amor sea diferente a la de su hijo.
  • No se abstenga de educar a sus propios hijos. Si no lo hace usted, lo hará otra persona. Pueden aprender conductas y actitudes de las que den ejemplo otros adultos, de los medios de comunicación y de la cultura popular, además de sus compañeros, indudablemente. Comunique su propio punto de vista para que forme parte de la educación sexual de sus hijos.
  • Hable de sexo pronto y a menudo. Ellos no siempre lo escuchan. No siempre van a creerle. A menudo no recuerdan lo que usted dijo, en especial si no estaban listos para escucharlo. (Pero a menudo están escuchando cuando simulan no estar haciéndolo).
  • Evite las conversaciones sobre sexualidad que estén llenas de "no". Con frecuencia los padres nos dicen que suelen hablar de sexo con sus adolescentes. No obstante, en general esas conversaciones tratan principalmente de los "no".

    o No tengas relaciones sexuales.

    o No quedes embarazada.

    o No te contagies de una enfermedad.

  • No hagas esto, no hagas aquello. Sin embargo, lo que queda siempre es lo que se puede hacer. ¿Qué pueden hacer para tener una sexualidad sana con una pareja que quieren? ¿Cómo pueden saber si la pareja está interesada en ellos como personas y no solamente como un posible compañero sexual? ¿Cómo pueden enfrentar la presión de la pareja o de los amigos de tener relaciones sexuales cuando no se sienten listos? Estos temas deben ser parte de la discusión sobre una sexualidad sana. ¡Ofrézcales información sobre lo que pueden hacer!
  • El momento adecuado, el lugar indicado. Proporcione información precisa y adecuada para el contexto de desarrollo. Adáptese a ellos. Un niño pequeño que pregunta: "¿Qué quiere decir sexo?" tal vez se esté preguntando qué quiso decir la maestra cuando les pidió que "formaran filas por sexo" para el recreo. Averigüe exactamente cuál es la pregunta y luego intente dar una respuesta honesta que la responda adecuadamente.
  • Sea realista. Aclare los mitos y los rumores. Ofrezca información precisa. Use un lenguaje simple pero respete la inteligencia y la curiosidad de los niños. Sobre todo, evite menospreciar a los niños y adolescentes cuando hable de sexo.
  • Empodere a sus hijos. Dígales que merecen sentirse respetados en sus relaciones, tener su propio espacio, conservar sus amigos, incluir a su familia y sentirse bien consigo mismos. Enséñeles a esperar una relación del tipo "dar y recibir", recíproca, pero que, en definitiva, una buena relación los ayuda a mejorar lo que ya son y a sentirse mucho mejor al respecto.
  • Fije expectativas positivas. Haga saber a sus hijos que merecen disfrutar del buen sexo. Hablen sobre lo bueno del sexo; eso los ayudará a tener criterios positivos para juzgar sus experiencias sexuales. Ayude a sus hijos a saber por qué vale la pena esperar para tener relaciones sexuales y ofrézcales algunas guías realistas para saber cuándo vale la pena continuar.
  • Use los medios de comunicación (lo bueno, lo malo y lo feo). Use temas presentados en los medios a diario y en la cultura popular adolescente como punto de partida para las conversaciones teóricas sobre el sexo y las relaciones. Evite formular juicios o sentencias, incluso respecto a personajes de ficción; sus hijos anticiparán que su reacción respecto a ellos será similar si alguna vez se encontraran en esa situación. Considere usar una situación que se muestre en la televisión a manera de ejemplo para iniciar conversaciones sobre el tema sin prejuicios; esto le permitirá conocer el punto de vista de su hijo y le dará la oportunidad de plantear sus ideas para que reflexionen sobre ellas.
  • Sea un ejemplo. Si usted tiene una buena relación, dígaselo a sus hijos. Permítales ser testigos de usted y su pareja teniendo desacuerdos y resolviéndolos; déjelos ver que pueden darse un beso y hacer las paces.
  • Enseñarles a los niños sobre el sexo no significa criarlos sin valores. Reconocer la existencia de la sexualidad no es lo mismo que consentir o darles permiso para tener relaciones sexuales. Ayudar a los niños a entender que los pensamientos y sentimientos sexuales son normales brinda a los padres la oportunidad de continuar conversaciones sobre cómo (y de qué) abstenerse, así como también sobre la manera de manejar sus impulsos y deseos. Abra la puerta para seguir conversando sobre cómo comportarse de forma segura y responsable cuando los adolescentes comienzan a tener actividades íntimas físicas o sexuales.
  • Escuche más en lugar de hablar. Sepa escuchar para ayudar a los adolescentes en desarrollo a tomar sus propias buenas decisiones acerca de sus conductas sexuales. Involucrar a los niños en una conversación sobre sexualidad tiene mucho que ver con el desarrollo del proceso de toma de decisiones independiente más que con un sermón acerca de lo que "deben" y "no deben" hacer.
  • Pregunte en lugar de decirles. Averigüe lo que está pensando su hijo cuando habla de sus propias relaciones o experiencias sexuales. ¿Qué significa tener un novio o una novia a cada edad? Escuche lo que significa para el adolescente en ese momento. El nivel de comprensión y participación del adolescente podría, de hecho, ser adecuado para su nivel de desarrollo. Entienda, no critique. También es útil hablar sobre sus amigos y las relaciones de ellos. Los adolescentes suelen conversar más acerca de sus amigos que de ellos mismos, pero escuchar lo que están haciendo sus amigos le permite saber cómo se siente su adolescente.
  • No haga demasiadas preguntas; de lo contrario, no recibirá ninguna información. Ofrezca un espacio respetuoso para que comparta lo que desea (la emoción del primer amor, sentirse valorado, querido o deseado por otra persona de una manera muy distinta e intensamente íntima).
  • Hable de forma general. Estar dispuesto a hablar de generalidades permite que las conversaciones sobre temas difíciles, como el sexo, avancen sin que nadie se sienta demasiado incómodo. Cuéntele a su hijo que usted conoce a personas que tuvieron determinadas experiencias cuando eran más jóvenes, que usted mismo se enfrentó a situaciones difíciles o que sabe de otras personas que las enfrentaron y que no teme hablar de esas cosas a cierto nivel. Evite interrogar a su adolescente sobre lo que hizo o no hizo exactamente en materia sexual; usted tampoco quiere que ellos le pidan detalles sobre su vida íntima. Mantener las cosas a un nivel superficial permite continuar con la conversación de manera más amplia (y posiblemente más profunda), abarcando más temas, y le permitirá comunicarse en forma más honesta sobre el sexo, de una forma que podría ser muy útil algún día.
  • La adolescencia es un período de práctica. Los años de adolescencia son excelentes para aprender acerca de las relaciones. ¿Cuál es la diferencia entre el enamoramiento y el amor verdadero? ¿Y entre un novio o una novia y los amigos, varones o mujeres? ¿Qué cosas pueden aparecer en Facebook y qué cosas no? ¿Cómo te trata cuando estás solo, en comparación a cuando están tus amigos o tus padres cerca? ¿Sabe guardar un secreto o se lo cuenta a todos sus amigos al día siguiente? Sin algunas cicatrices, ¿cómo sabremos reconocer una buena relación cuando no llega? Por otra parte, es preferible evitar los errores graves que cambian nuestra vida (como una enfermedad o un embarazo no deseado).
  • Cosas que son difíciles, pero tienen su valor. Ayude a su adolescente a aprender de sus errores. El objetivo es aprender a desarrollar y mantener aptitudes que fomenten relaciones saludables. Proteger a sus hijos de todos los traumas podría no transmitirles el mensaje tan bien como las lecciones que se aprenden cuando a ellos mismos les rompen el corazón.
  • Tenga presente el miedo a decepcionar. Los hijos temen decepcionar a sus padres más que cualquier otra cosa en la vida. Aunque debe decirles a sus hijos cuando se están comportando de forma riesgosa o incorrecta, déjeles bien claro que nada de lo que hagan podrá hacer que los deje de amar. Reafírmeles que, una vez que se tranquiliza, lo único que quiere es lo mejor para ellos y que se ocupará de que reciban ayuda cuando la necesiten. Evite crear situaciones en las que el temor a decepcionarlo o a hacerlo enojar les impida acudir a usted cuando más lo necesiten.
  • Deje en claro que la seguridad no es negociable. Piense en cuáles son sus prioridades esenciales para sus hijos. Lo más probable es que nada le importe más que su seguridad. Deje muy en claro, y repítalo, que nada le importa más que saber que van a estar bien. Establezcan una palabra a modo de código que puedan usar para llamar su atención y pedir ayuda cuando necesiten salir de una situación potencialmente peligrosa o incómoda. Establezca criterios para que se protejan de enfermedades y embarazos no deseados, independientemente de que esté de acuerdo o no con su decisión respecto a tener relaciones sexuales. Asegúrese de que sepan que pueden acudir a usted en busca de ayuda si algo sale mal.
  • Busque un sustituto. Hablar de sexo es difícil. Cuando lo necesite, identifique a otros adultos confiables y aliente a sus hijos a hablar con ellos; no siempre tienen que hablar con usted.
  • Cree su propio grupo de recursos de ayuda. Cree una lista de recursos web sobre sexualidad que considere que ofrecen información y consejos cabales. Tenga en cuenta la posibilidad de tener en casa libros que respalden sus valores sobre la sexualidad a la vez que ofrezcan información precisa. Busque en su comunidad recursos tales como clínicas, líneas de emergencia, especialistas terapéuticos y grupos de apoyo en caso de que sus hijos necesiten más ayuda.

 

Publicado por: https://www.healthychildren.org/

Fecha: 6-5-2018

Título “Cómo hablar sobre el sexo con su hijo”

Editado por Kenneth R. Ginsburg, MD, MS Ed, FAAP, FSAHM y Sara B. Kinsman, MD, PhD

Fuente: Reaching Teens: Strength-based Communication Strategies to Build Resilience and

Support Healthy Adolescent Development (Copyright © 2014 American Academy of Pediatrics

 

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Los miedos más frecuentes en los chicos y cómo ayudarlos

Muchos papás y mamás consultan preocupados al pediatra o psicopedagogo acerca de los miedos en los niños. ¿Son normales? ¿Se asocian con determinadas edades, como “crisis de crecimiento"? Están aquellos que son muy propios de determinada etapa infantil, y otros que sobrevienen como consecuencia de alguna experiencia traumática: por ejemplo, una turbulencia en un viaje puede causar un miedo a los aviones; la mordida o rasguño de un perro puede desencadenar una gran ansiedad frente a los animales; experiencias de bullying pueden ocasionar terror en el momento de ir a la escuela.

En principio hay que aclarar que es normal que los niños tengan miedos de forma esporádica y ante ciertas situaciones. El miedo es una emoción que puede ayudarlos a ser cautos. Algo que los adultos debemos saber es que las cosas que asustan a un niño van cambiando durante sus etapas de crecimiento, y que hay miedos que suelen ser frecuentes y también normales en diferentes edades. Veamos los más comunes:

Miedo a los monstruos y fantasmas

Generalmente aparece cuando el niño tiene entre 4 y 7 años de edad.

Según el Licenciado en Psicología Sergio Farinelli, especialista en Infancia y Etapas de Crecimiento, “para comprender este tipo de miedos debemos saber que el imaginario infantil no tiene límites, ni para lo bueno, y tampoco para lo malo. Al igual que tienen una enorme capacidad para imaginar historias y jugar, también pueden disponer de la capacidad suficiente para ver y crear monstruos donde no los hay.”

"Cuando hablamos de monstruos no tienen por qué ser los monstruos que se ven en la tele o en las películas -agrega el especialista-; hay dibujos animados que también los asustan hasta que estos se hacen amigables para los niños (Monster House, El alucinante mundo de Norman, o Monsters Inc., de humor). Un monstruo puede ser cualquier cosa que les de miedo e incluso puede estar en su imaginario."

Según un estudio elaborado por Clínica Mayo, "los niños que evitan las situaciones atemorizantes no tienen la oportunidad de enfrentar sus miedos y no aprenden que los temores son controlables". Los que sí lo hacen, en cambio, disminuyen notablemente su ansiedad.

¿Cómo podemos ayudarlos? Según el especialista, se deben aplicar acciones de superación, por ejemplo:

  • Si el niño tiene miedo a los monstruos no hay que ignorar ese miedo y ni reírse de él.
  • Debemos evitar recurrir a frases espontáneas como: “No seas miedoso que los monstruos no existen”. En este caso es aconsejable decirle que los monstruos no existen, pero permitiendo que el niño exprese sus miedos, y hacerle sentir nuestro apoyo y comprensión.
  • Ayudarlos a generar confianza en sí mismos, esto hará que puedan disponer de ella en caso que les resulte necesaria para poder contarnos cualquier cosa que sientan.

Miedo a la oscuridad

El miedo a la oscuridad en los niños es muy común y frecuente, y suele comenzar en torno a los 3 años de edad.

Puede presentarse de diferentes maneras, siendo el miedo a dormir con la luz apagada, el más generalizado; también miedo a permanecer en lugares oscuros o con poca luz. Como idea general podemos decir que “el miedo a la oscuridad por parte de los pequeños muchas veces se debe a una reacción natural del organismo, bajo el instinto de protegerse de algo que se considera peligroso”.

“Las causas que provocan el miedo a la oscuridad en los niños pueden ser diversas. La dificultad para diferenciar la realidad de la ficción a temprana edad es uno de los motivos que disparan este miedo. Su imaginación puede alimentar esos temores. En el caso de la noche, el temor se acrecienta por la inseguridad que les provoca el hecho de separarse de mamá y papá, lo cual ocurre al momento de ir a dormir”, explica Farinelli.

“Como padres debemos considerar que en algunos casos, el miedo, junto con las reacciones que este produce a la oscuridad en los niños, puede terminar convirtiéndose en un problema, ya que puede provocar una gran intensidad a la que el niño queda supeditado.” ¿Como podemos ayudarlos?

  • Acostumbrarlos a permanecer progresivamente en la oscuridad. Esta es una acción muy importante. Por ejemplo, al momento de dormir, ir con él a su habitación y ¡a oscuras! dialogar sobre cómo se siente: que nos cuente cosas, que se relaje y vaya adaptándose a la oscuridad.
  • Evitar la sobreprotección. Proteger en demasía genera no solo falta de autonomía e independencia en el niño, sino que además no ayuda a que este logre superar el miedo a la oscuridad, por el contrario entenderá que si lo protegemos mucho, es porque el miedo es real.
  • Dejar una luz tenue en su habitación para evitar que se quede totalmente a oscuras.
  • Permitirles que duerman con sus muñecos, juguetes u objetos favoritos, estos le dan seguridad y contención al momento de estar solos.

Miedo a las tormentas

Suele comenzar a partir de los 3 años de edad.

Según Stephen Whiteside, especialista en Psicología de Mayo Clinic en Rochester (Minnesota): “Es natural que, durante una tormenta, un niño busque consuelo en los padres. Las tormentas son atemorizantes para ellos, el problema mayor no es la tormenta misma, sino la anticipación de que se avecina. Esa anticipación puede conducirles a estrés y ansiedad continua."

"Muchos niños dudan en salir de casa cuando creen que puede haber tormenta y hasta intentan evitar hacer cosas afuera. Ese tipo de estrés puede interferir con otros aspectos de su vida, como la tarea, porque el temor les impide concentrarse -comenta Whiteside-. Esto también puede ser difícil para los padres, porque el niño constantemente necesita que lo tranquilicen y le digan que no habrá ninguna tormenta." ¿Como podemos ayudarlos?

  • Algunos niños encuentran consuelo en saber el plan para mantenerse a salvo en caso de una tormenta. Podemos hablar con él para contarle lo que hace la familia durante una tormenta.
  • Informarse sobre las tormentas también puede ayudarlo. Hay libros, sitios web y otros recursos que hablan sobre las tormentas y son un buen punto de partida para que aprenda más al respecto.
  • Intentemos reducir sus “comportamientos seguros”, que son las cosas que él hace para sentirse un poco mejor, pero que realmente no sirven de nada para mantenerlo seguro, como revisar el pronóstico del tiempo o preguntar si se dirigen a un refugio. Cuando los niños dependen de estos comportamientos para sentir seguridad, eso les impide aprender a manejar las incertidumbres de la vida.

Miedos del sueño (insomnio y pesadillas)

Según un informe de Mayo Clinic: "Los terrores nocturnos afectan a casi el 40 por ciento de los niños y a un porcentaje significativamente menor de adultos. A pesar de que son escalofriantes, los terrores nocturnos no suelen ser una causa de preocupación. La mayoría de los niños superan los terrores nocturnos antes de la adolescencia."

Suelen ocurrir entre el primer tercio y la primera mitad de la noche (es poco frecuente que ocurran durante las siestas), pueden provocar en los niños sonambulismo, gritos, exceso de sudoración, patadas y golpes.

Para finalizar, ya observamos que los miedos se manifiestan de diferentes maneras en los niños. Tranquilizarlos, ayudarlos a que nos cuenten a su manera que les pasa, abrazarlos, sonreírles hará que se sientan seguros y queridos a cada instante. Permitamos que sean ellos quienes superen sus propios miedos sabiendo que la mayor protección siempre está a su lado, y es la de mamá y papá o de aquellos adultos con quienes comparten a su vida a diario.

Material bibliográfico para elaborar miedos:

  • CÓMO CAZAR FANTASMAS, de Stefan Gemmel y Cornelia Haas (Uranito). Algunas noches a Finn se le aparece un fantasma en su habitación. Pero en vez de asustarse, decide enfrentarlo valerosamente. Estos versos fáciles de recordar son un recurso ideal para que los niños no tengan miedo de los fantasmas nunca más. “Escúchame bien fantasma horripilante, y para que los sepas, de ahora en adelante, vos a mí no me asustas más porque soy valiente, ya verás”.
  • (NO) HAY UN FANTASMA DEBAJO DE MI CAMA, de Guido Van Genechten (Uranito). El pequeño pingüino Joaquín no puede dormir. Escucha cosas debajo de la cama (sssh ... sssh ... sssh), y llama a su padre: ¡Hay un fantasma debajo de mi cama! Papá viene de inmediato, y aunque está convencido de que los fantasmas no existen, intenta buscarlo y luego tranquilizar a su hijo. Pero cuando está casi dormido, nuevamente Joaquín escucha más ruidos.
  • LA CASA ENCANTADA, de Kazuno Kohara (Picarona) ¡Una enorme y vieja casa en las afueras de la ciudad esconde una espeluznante sorpresa! Pero… ¿quién teme a unos cuantos fantasmas? ¡Esta niñita desde luego que no!
  • COLECCIÓN OTROS MONSTRUOS de Cecilia Blanco: El dragón Zipo y otros cuentos que dan miedo; La serpiente Keona y otros cuentos que dan miedo; El monstruo Calcetín y otros cuentos que dan miedo.
  • ENCEDER LA NOCHE, de Ray Bradbury y Noemí Villamuza (Kókino).
  • MI AMIGA LA OSCURIDAD, Ella Burfoot (Edilupa)
  • .

Nota publicada el 28/06/2019 - Clarín.com / Entremujeres

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Mi hijo no come: qué hacer y qué no hacer

Dos de mis tres hijos han tenido épocas de comer mal. Muy mal. Han sido, lo que mucha gente llama, "malos comedores" y, confieso que para los padres es muy agotador. Hay días en los que se lleva mejor, y te consuelas repitiéndote una y otra vez que si no comen es porque no tienen hambre, pero en otras ocasiones es inevitable no alarmarse ante la situación.

Si tú también tienes un peque al que le cuesta comer, te ofrecemos una guía práctica y sencilla con las cosas que debes y no debes hacer en esta situación.

Revisión con el pediatra

Una de las mayores preocupaciones de los padres es la alimentación de sus hijos. Queremos que crezcan sanos, coman de todo y lo hagan de manera saludable. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestro niño se niega a comer días tras día, o consideramos que lo que come no es suficiente?

Si realmente estamos preocupados, lo mejor es concertar una cita con el pediatra para que valore si existe algún problema de salud detrás de esa inapetencia. Pero si el médico nos dice que todo es normal y su crecimiento sigue estando dentro de su percentil, no habrá motivo de preocupación.

Respetar y entender al niño

Una vez descartado cualquier problema de salud, es importante que hagamos el ejercicio de intentar comprender a nuestro hijo, y no tomarnos su falta de apetito o rechazo a comer como algo personal.

Para ello, es aconsejable ponernos en su lugar y pensar que si a nosotros, como adultos, hay rachas en las que tenemos más apetito que otras, y alimentos que nos gustan más que otros, ¿por qué no habría de ocurrirle lo mismo a los niños?

Además, es importante saber que conforme van creciendo también varían sus necesidades energéticas. De este modo, cuando entran en una etapa de crecimiento lento lo normal es que su apetito descienda. Así mismo, a partir de los dos años muchos niños entran también en una fase (completamente normal) llamada neofobia, que les lleva a rechazar alimentos que antes tomaban o a negarse a probar cosas nuevas.

Ofrecerle todo tipo de alimentos y no desistir si algo no le gusta

Una vez descartado cualquier problema y hecho el ejercicio de entender y respetar al niño, comencemos por ofrecerle todo tipo de alimentos, huyendo de las dietas monótonas. En este sentido, recordemos la importancia que tiene la alimentación del bebé en su primer año de vida, pues está demostrado que los patrones alimenticios que siga el niño en sus primeros meses, persistirán en su cerebro durante bastante tiempo.

Así pues, desde que comience la alimentación complementaria, procuremos ofrecer al niño (casi) cualquier alimento, enmarcado dentro de una dieta variada y saludable. Además, ¡recuerda que no debes caer en el error de dejar de ofrecer a tu hijo aquello que a ti no te gusta!

Por otro lado, y aunque los niños se nieguen por sistema a probar nuevos alimentos, es importante no desistir, y seguir ofreciéndoselos de forma paciente y sin forzar, hasta que poco a poco vaya llegando su aceptación. Según los expertos, el niño podría empezar a aceptar el alimento tras haberlo probado entre 10 y 15 veces.

Comer en familia y en un ambiente agradable

Compartir la mesa en familia es fundamental para inculcar buenos hábitos alimentarios. El ejemplo de los padres y la educación nutricional que se realiza en la mesa juega un papel muy importante a la hora de educar a nuestros hijos y crear un ambiente positivo.

El momento de la comida debe ser agradable, sin prisas y sin interferencias. Bien sentados en la mesa, los padres enseñaremos a los niños a comer despacio, masticar bien y disfrutar de la comida.

Y si nuestro hijo no quiere comer, evitemos convertir el momento de sentarnos a la mesa en un problema. Dejemos el estres y la ansiedad a un lado, y no caigamos en los gritos, llantos y discusiones, que lo único que conseguirán será agobiarles aún más.

No forzar, ni engañar, ni chantajear

Numerosos estudios han determinado que forzar a los niños a comer es contraproducente, pues no sólo no ayuda a que la alimentación selectiva se reduzca, sino que podría ocasionar el efecto contrario, y provocar un mayor rechazo.

Utilizar técnicas de entretenimiento o engaños para que abran la boca de manera autómata sin prestar atención a lo que están comiendo: por ejemplo, mientras les hacemos trucos de magia, les ponemos el chupete para obligarles a tragar, hacemos el avioncito o les entretenemos con otras historias)

Chantajearles o amenazarles, con frases del estilo: "si no comes no vas al cine", "hasta que no comas tres cucharadas más, no te levantas de la mesa", "tienes que comer para que los Reyes Magos te traigan muchos regalos"...

Fuera pantallas a la hora de la comida

Un móvil o una tablet interfiriendo a la hora de comer es contraproducente para los más pequeños, por más divertido que sea lo que proyecte. Recordemos que la Academia Americana de Pediatría sugiere evitar la exposición de los bebés de hasta 18 meses a las pantallas, y añade que el uso de dispositivos antes de los dos años podría retrasar el desarrollo del habla en los niños.

No usar alimentos como premios, ni castigos

El alimento nunca debe ser un premio ni un castigo, es decir, no debemos premiar con chucherías la ingesta de pescado, por ejemplo, ni obligar al niño a tomarse un plato de brócoli si no nos ha obedecido en otros aspectos.

Haciendo esto, el niño asociará inconscientemente la ingesta de determinados alimentos a algo sacrificado, feo y desagradable. Además, estaremos contribuyendo a aumentar el consumo de azúcar en su dieta al utilizar las chucherías como recompensa o postre.

Dejar que los niños manipulen los alimentos

A la hora de comenzar con la alimentación complementaria, aprovechemos la curiosidad innata que tienen los bebés para explorar, experimentar e imitar a los adultos poniendo en práctica la alimentación autorregulada o Baby Led Weaning. De esta forma, el niño entrará en contacto con los alimentos de forma autónoma, y aceptará mejor sus diferentes sabores y texturas.

Mezclar en un plato alimentos que le gustan con los que no

Si por ejemplo, a nuestro hijo no le gustan las verduras, tratemos de combinarlas en el mismo plato con otros alimentos que sí acepten de buen grado. De este modo, es más fácil conseguir que las vayan incorporando a su dieta. No se trata de camuflar el alimento que rechazan, sino de presentárselo de forma agradable o combinarlo con otros ingredientes que le gusten más.

Platos grandes, menos comida

Si a un niño al que le cuesta comer, le ponemos delante un plato rebosante de comida, es fácil que llegue a agobiarse. Por eso es preferible ofrecer una racióm más pequeña y que el niño repita si se queda con hambre, que ofrecer de inicio gran cantidad de comida.

También podemos recurrir al truco de presentarle la comida en un plato o bandeja grande, de manera que visualmente el niño piense que la ración que tiene delante es más pequeña de lo que en realidad es.

La comida entra por los ojos

No se trata de hacer de cada plato una obra de arte, pero es importante recordar que la comida entra por los ojos por lo que una presentación atractiva de los alimentos puede convertirse en nuestro mejor aliado.

A veces basta con utilizar una vajilla con dibujos que motiven al niño, distribuir la comida por colores, presentar un plato variado con distintos tipos de alimentos, y jugar con la colocación de los ingredientes dentro del plato.

La presentación de los platos, clave para que los niños acepten mejor los alimentos

No acompañar las comidas con leche

La leche es muy importante en la dieta de los niños, pero no debemos olvidar que no se trata de una bebida sin más, sino de un alimento que aporta múltiples nutrientes y grasas.

Por ello, si ofrecemos al niño un vaso de leche antes de las comidas, o utilizamos la leche como bebida mientras comen o cenan, su apetito disminuirá y dejarán de consumir otros alimentos.

Planificar el menú, comprar y cocinar con ellos

Una forma de hacer entrar al niño en contacto con los alimentos de manera saludable es involucrarlos en todo el proceso: desde la planificación del menú familiar, hasta la adquisición de los alimentos en el supermercado y su posterior cocinado.

De este modo, podemos pedir a nuestro hijo que nos aporte alguna sugerencia para el menú, y nos acompañe a hacer la compra. Dejémosle que, por ejemplo, elija las verduras que desea tomar, las pese en la báscula y las meta dentro del cesto.

Una vez en casa, animaremos al niño a cocinar con nosotros los alimentos que hemos comprado. Esto generará en ellos una gran curiosidad, aumentarán sus expectativas y se sentirán orgullosos de su aportación.

¿Jarabes para abrir el apetito?

Ante la inapetencia de los niños a la hora de comer, muchos padres pueden pensar que la solución pasaría por ofrecerles un jarabe para abrir el apetito. Pero según podemos leer en este documento de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, este tipo de fármacos no está recomendado:

"En realidad no existen fármacos cuyo efecto sea aumentar el apetito. Moléculas como ciproheptadina o pizotifeno en realidad son sustancias que tienen como efecto secundario el incremento del apetito. Ninguna de las dos ha demostrado su utilidad y pueden producir otros efectos secundarios"

Si el pediatra no lo recomienda, tampoco es necesario dar a nuestros hijos un complejo multivitamínico, pues el exceso de vitaminas en la dieta puede ser contraproducente. En niños sanos, basta con ofrecer una alimentación saludable y variada, y no olvidar la práctica diaria de ejercicio físico al aire libre.

Silvia Díaz

Bloguera y periodista de maternidad y crianza. Editora en "BEBÉS Y MÁS"

Nota publicada 12 de Mayo 2020

Revista “Bebes y Mas”

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