Agosto 2022

Espacio de reflexión para acompañar el crecimiento de nuestros hijos.

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Cómo hablar con los niños sobre la muerte

Si estás preocupado por cómo hablar de la muerte con tu niño, no estás solo. Muchos de nosotros tenemos dificultades con el tema de la muerte, en especial, con los niños. Pero es un hecho de la vida que todos debemos aprender a procesar. Al hablar con nuestros niños sobre la muerte, podemos comprender qué entienden, qué saben y qué no saben. Podemos ayudarlos con cualquier miedo o preocupación que puedan tener, reconfortarlos y darles consuelo.

Lo que les decimos a los niños sobre la muerte depende de su edad, sus experiencias y cómo ven el mundo. También dependerá de tus creencias (por ejemplo, espirituales), sentimientos, contexto cultural, la situación y tu relación con la persona fallecida. Podría ser alguien cercano a ti, alguien de la comunidad o podría tratarse de una muerte debido a un evento que tiene exposición en los medios. Cada situación será diferente.

Esta es una guía general para ayudarte a entender cómo abordar el tema de la muerte con niños de diferentes edades. Cuando hables de la muerte, es importante tener en cuenta la capacidad del niño de entender el concepto.

Precauciones generales de comunicación

Ten presente que comunicas muchas cosas incluso sin hablar. Los niños son muy observadores del entorno y pueden detectar con rapidez el clima emocional. Observan nuestros rostros, miran cómo mantenemos la calma y entienden según nuestro tono de voz. Son expertos en darse cuenta de cómo nos sentimos.

Evitar el tema posiblemente no sea la mejor opción. Si nosotros, como adultos, evitamos hablar de algo, los niños dudarán en traer el tema o hacer preguntas. Por lo general, obtendrán información de otras fuentes menos confiables.

Elige tus palabras con cuidado. Aunque las creencias espirituales y religiosas nos pueden dar fuerzas, si no eran parte importante de nuestras vidas antes del evento, algunos conceptos podrían asustar a los niños. Algo que a ti te brinde consuelo podría asustar a tu niño. Considera cómo un niño podría oír o interpretar lo que estás diciendo. Evita decir "duerme en paz", "lo perdimos" o "se fue al cielo". Refuerza el hecho de que la muerte nos toca a todos y a cada ser vivo.

Controla lo que escuchan. Limita tu exposición y la de los niños a los medios de comunicación. La exposición continua y la intensidad del mensaje de los medios pueden hacer que la situación sea incluso más estresante.

Escucha atentamente. Trata de descubrir qué sabe el niño y de comprender la situación antes de responder sus preguntas. Hablar con los niños sobre sus preocupaciones e inquietudes es el primer paso para ayudarlos a sentirse seguros y comenzar a sobrellevar lo sucedido. De qué hablar y cómo hacerlo son cosas que dependerán de su edad, pero todos los niños necesitan saber que cuentan contigo y que los escucharás.

Las etapas del desarrollo y el duelo

La forma en la que los niños entienden la muerte y expresan el duelo va cambiando a medida que crecen. Lo mismo sucede con nuestra forma de ayudarlos. Explicamos cómo los niños de diferentes edades podrían entender y responder a la muerte y cómo puedes apoyarlos.

Infancia hasta los 2 años

Entender la muerte

  • Todavía no son capaces de entender la muerte.
  • Pueden reaccionar a la separación y la tensión.
  • Notan los sentimientos del duelo.

Cómo podrían reaccionar y mostrar el dolor

  • Pueden cambiar los hábitos de alimentación y de sueño.
  • Pueden estar inusualmente callados o malhumorados.

Cómo ayudar

  • Mantén un ambiente de tranquilidad.
  • Sé consciente de tu nerviosismo.
  • Busca ayuda para sobrellevarlo.
  • Mantén las rutinas.
  • Ten siempre el mismo cuidador.
  • El niño puede necesitar que lo abracen más, lo reconforten con cercanía y consuelen con un tono tranquilo.

De 3 a 6 años

Entender la muerte

  • La muerte es como irse a dormir y se considera reversible.
  • Los muertos pueden pensar, sentir, saber, pero lo hacen en otro lugar.
  • Podría preocuparles que la persona muerta los extrañe.
  • Creen que solo las personas mayores mueren.
  • Creen que la muerte podría ser un castigo por un mal comportamiento o pensamiento.

Cómo podrían reaccionar y mostrar el dolor

  • Pueden dejar de hablar y estar angustiados en general.
  • Hacen muchas preguntas, como "¿a dónde fue?" y "¿cuándo vuelve?"
  • Cambios en la alimentación, el sueño y control de la vejiga o intestinos.
  • Demuestran miedo de quedarse solos, tienen pesadillas.
  • Tienen rabietas.
  • Creen en la magia y en su poder para hacer aparecer y desaparecer cosas a voluntad.
  • Pueden pensar que hicieron algo para causar la muerte.
  • Pueden tener miedo de morir si se van a dormir.

Cómo ayudar

  • Describe la muerte con un lenguaje claro y sencillo.
  • Sigue el ritmo del niño en cuanto a la cantidad de información que le das.
  • Pregúntale si tiene dudas, prepárate para responder las mismas preguntas una y otra vez.
  • Nunca compares dormir con la muerte.
  • Habla acerca de lo que le pasa al cuerpo cuando la persona muere, por ejemplo, el corazón deja de latir, la respiración deja de fluir, el cuerpo ya no se mueve ni siente más dolor y la persona no se "despertará".
  • Asegúrale al niño que él no causó la muerte.
  • Intenta tener siempre el mismo cuidador.
  • Si el niño irá a un funeral, prepáralo con detalles sencillos acerca de lo que sucede en estos eventos.
  • Si los problemas físicos continúan, habla con el médico.
  • Está bien decirle al niño que estás triste, pero protégelo de un dolor intenso.

De 6 a 9 años

Entender la muerte

  • Ya no creen que la muerte es reversible.
  • Saben que la muerte es definitiva y esto puede ser aterrador.
  • Creen que solo las personas mayores mueren.
  • Creen que no les puede pasar a ellos.
  • No entienden con claridad la relación entre causa y efecto, y podrían culparse a sí mismos cuando suceden cosas malas.
  • Creen que la muerte es una persona o un espíritu: un esqueleto, un fantasma, un monstruo o "el cuco".

Cómo podrían reaccionar y mostrar el dolor

  • Pueden tener mucho interés y curiosidad con respecto a la muerte.
  • Pueden hacer muchas preguntas específicas.
  • Se comportan mal o agreden físicamente (especialmente los varones).
  • Desarrollan problemas de aprendizaje o miedo a la escuela.
  • Se preocupan por su propia salud.
  • Pueden desarrollar síntomas de una enfermedad imaginaria.
  • Pueden encerrarse en sí mismos o volverse demasiado apegados y dependientes.

Cómo ayudar

  • No los confundas usando términos como "duerme en paz", "lo perdimos" o "se ha ido".
  • Responde las preguntas con honestidad y un lenguaje directo.
  • Está bien decir que no tienes las respuestas.
  • Comparte tus propios sentimientos.
  • Diles que están seguros.
  • Comparte buenos recuerdos de la persona fallecida.
  • Motívalos a dibujar, escribir un poema o crear una obra de arte sobre sus sentimientos.
  • Permite a los niños participar en ceremonias conmemorativas.
  • Alerta a los docentes acerca de la muerte y cualquier otro problema.

De 9 a 12 años

Entender la muerte

  • Comprenden que todas las personas mueren y que ellos también lo harán algún día.
  • La muerte es definitiva y no se puede cambiar.
  • Han visto noticias en los medios de comunicación sobre la violencia.
  • Pueden temer su propia muerte y funeral.
  • Es posible que aún tengan pensamientos mágicos.

Cómo podrían reaccionar y mostrar el dolor

  • Cambios de humor, emociones fuertes que posiblemente incluyan culpa o enojo. Podrían avergonzarse de sus emociones.
  • Aumento de la ansiedad en cuanto a su propia muerte.
  • Podrían actuar como si no les afectara, en parte por miedo a ser rechazados por sus pares.
  • Cambios en los patrones de alimentación y de sueño.
  • Pueden mostrar comportamientos regresivos o impulsivos.

Cómo ayudar

  • Motívalos a expresar sus emociones, incluso de enojo. Podría ser útil dedicar tiempo para hablar sobre los sentimientos.
  • Recuerda que siguen siendo niños y necesitan apoyo y consuelo.
  • Ofrece información concreta sobre lo sucedido. Los niños de esta edad necesitan información para sentir que tienen el control y procesar lo que está pasando.
  • Podrías darle al niño algo que haya pertenecido a la persona que murió como una manera de recordar y conmemorar a esa persona.
  • Motiva a los niños a volver a sus actividades normales.

Adolescentes

Entender la muerte

  • La comprensión es similar a la de un adulto, pero los adolescentes suelen pensar que la muerte no es algo que les va a pasar.
  • Puede ser algo de lo que no se habla.

Cómo podrían reaccionar y mostrar el dolor

  • Podrían responder de maneras inesperadas, actuar como si nada pasara y se sintieran bien o como si la muerte hubiera interrumpido sus vidas.
  • Tienden a alejarse de su familia y buscan apoyo en sus amigos.
  • Podrían sentirse inseguros de cómo manejar sus emociones.
  • Podrían aislarse, estar enojados o irritables.
  • Pueden tener preguntas sobre el significado de la vida y la muerte y sobre su propia vulnerabilidad.
  • Pueden sentirse culpables, especialmente, si la persona fallecida era cercana.

Cómo ayudar

  • No esperes a que se acerquen a ti. Acércate a ellos.
  • Comparte tus propios miedos y preocupaciones y pídeles que compartan los suyos contigo.
  • Apoya que se involucren en actividades que les permitan ayudar a otros, como los voluntariados.
  • Motívalos a volver a sus rutinas habituales.
  • Trata de estar disponible para ellos como familia, pero permíteles pasar tiempo con sus amigos.
  • Recuerda que aunque parezcan independientes, todavía necesitan tu apoyo.
  • Ten cuidado de no apoyarte mucho en ellos.

Los niños y el proceso del duelo

Como los adultos, los niños necesitan hacer el duelo y procesar la pérdida. Pero podrían hacerlo de maneras que no se parecen a la tristeza o el dolor de un adulto. Los niños podrían:

  • Manifestar dolor solo por un breve período de tiempo. Podrían estar tristes unos minutos y, a continuación, estar riendo felizmente con sus amigos. Los padres pueden creer erróneamente que el niño no comprendió lo que ha sucedido o que no los ha afectado. Es más probable que esto se deba al hecho de que los niños pequeños no sienten emociones fuertes durante mucho tiempo. Esto los protege de algo que podría ser demasiado difícil de manejar en un momento dado.
  • Parecer más resilientes que los adultos. Algunos niños pueden volver a su rutina habitual, como la escuela y las actividades, casi de inmediato después de un fallecimiento. Esta podría ser una reacción de protección natural. Al centrarse en aspectos de la vida que no han cambiado, la vida parece más estable. Esto no significa que hayan dejado de necesitar que los apoyen y los reconforten.
  • Utilizar juegos como una manera de expresar y procesar sus sentimientos. Podría ser desconcertante para los adultos, pero los niños a menudo juegan juegos sobre la muerte como una manera segura de expresar y procesar sus emociones y sus miedos.
  • Hablar mucho sobre la muerte y tener muchas preguntas sobre lo sucedido. Podrían hablar del tema con cualquier persona que esté cerca de ellos, incluso extraños, para ver cómo reaccionan. Esto les da información sobre cómo deberían responder.
  • Actuar de maneras inusuales para ellos. Cuando carecen de habilidades del desarrollo, su comportamiento podría ser la única manera que tiene un niño de expresar sentimientos como enojo, preocupación o tristeza. Los niveles de actividad podrían aumentar. Podrían empezar a dormir mal. Podría bajar su rendimiento escolar. Los niños pequeños podrían tener comportamientos regresivos, como problemas para ir al baño o volver a necesitar un chupete. Podrían tener un comportamiento o una emoción un día y estar totalmente distintos al siguiente. Lo importante es entender y reaccionar al motivo por el cual tu niño se está comportando de esta manera, no solo el comportamiento.
  • Continuar sintiendo los efectos incluso años después. Situaciones que impliquen separación, como regresar a la escuela, una pijamada o ir de campamento, pueden generar sentimientos de dolor y, posiblemente, miedo. Incluso al convertirse en adultos jóvenes, ante eventos de la vida importantes, como una graduación o un casamiento, pueden sentir una tristeza profunda al saber que uno de sus seres queridos no estará allí.

Lamentablemente, no es algo que le puedas solucionar al niño. Puedes seguir brindándoles apoyo emocional, consuelo y comprensión mientras incorporan la realidad de esta muerte a su vida.

Fuente:
Revista Sapos y Princesas (Diario El Mundo)
Autora: Natalia Martín
Psicóloga y neuropsicóloga

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La rivalidad entre hermanos cuando son niños y se extiende a la adultez

Cuando Roseanne era pequeña cuenta que habían muchos conflictos entre ella y sus hermanos gemelos, casi 3 años más jóvenes.

"Eran una pareja, un equipo, así que siempre eran dos contra uno", asegura Roseanne, quien tiene 46 años, es madre y vive en Nueva Jersey, EE.UU.

Según ella, parte de ese conflicto perdura incluso ahora y ocasionalmente puede parecer que nada ha cambiado desde la infancia.

"Éramos muy diferentes. Simplemente parecía que estábamos en mundos distintos y creo que eso es parte del problema con mis dos [hijos] ahora".

Roseanne tiene un hijo de 16 años y una hija de 14 que no se llevan bien desde que estaban en la guardería.

"La disputa es agotadora", describe. "Durante mucho tiempo, hemos evitado hacer cosas juntos como familia porque simplemente no queremos escucharlos. No podemos sentarnos a la mesa durante 10 minutos [sin que se agredan]. Cada uno está constantemente pendiente del otro, haciendo comentarios y presionándolo".

Los hermanos pelean. Y como sabe casi cualquier persona que tenga un hermano, es común algún tipo de rivalidad.

"Los niños tienen mucha menos capacidad que los adultos para reflexionar sobre lo que les molesta o para controlar sus impulsos. Entonces, como todos sabemos, pelean mucho", asegura el doctor Raymond Raad, cofundador de RIVIA Mind, un centro de salud mental en la ciudad de Nueva York.

En muchas familias, las peleas entre hermanos son educativas. Ayudan a los niños a aprender a manejar los conflictos y les permite interactuar mejor con los demás.

Para algunos, la rivalidad disminuye en la edad adulta y se convierte en algo de lo que reírse en las fiestas familiares.

Pero para otros, permanece.

Una encuesta de 2.000 adultos en Reino Unido, en el marco de una promoción para el programa de televisión Succession (en el que se muestra una rivalidad constante entre hermanos), mostró que más de la mitad de los consultados todavía siente que está compitiendo con sus hermanos.

El 51% de estos adultos dice tener una relación competitiva con sus hermanos que perdura en el tiempo. Y esa competencia es prácticamente por todo, desde la propiedad de la vivienda hasta quién es el anfitrión de las reuniones familiares.

Algunos expertos coinciden en que estos conflictos se prolongan.

La rivalidad entre hermanos parece no sorprender durante la infancia. Pero muchos, como Roseanne, todavía experimentan el conflicto, incluso después de que todos los hermanos se mudaran del hogar que compartían.

¿Por qué se mantiene esta competencia? ¿Podremos superarla alguna vez?

Comparación y conflicto

"Como seres humanos, estamos orientados a la comparación", explica Shawn D. Whitehead, profesor de desarrollo humano y estudios familiares en la Universidad Estatal de Utah, en EE.UU.

"Los hermanos proporcionan un punto de comparación natural. Están en tu hogar, creciendo contigo, generalmente tienen una edad parecida. Están en el mismo entorno y en la misma casa, por lo que nos proporcionan una buena medida comparativa", describe.

Por ejemplo, es fácil para los hermanos comparar su éxito académico o atlético, o disputar quién es el niño "favorito", ya que a menudo tienen experiencias similares (como asistir a las mismas escuelas). Y cuanto más cerca están las edades de los niños, más intensa puede ser la rivalidad.

Esta inclinación natural a compararnos con otras personas puede ser un gran impulsor de la competencia entre hermanos, especialmente porque ellos tienden a ser las personas con las que pasamos más tiempo durante la infancia y, posteriormente, las que más conocemos, dice Raad.

Puede parecer "natural" que hermanos en los mismos entornos con pasatiempos similares se enfrenten. Sin embargo, los hermanos que no compiten en las mismas actividades también encuentran formas de competir.

Whitehead dice que algunos hermanos tratan de diferenciarse en un esfuerzo por reducir la competencia, especialmente si tienen una edad similar a la de sus hermanos. "Eso, en teoría, reduciría la rivalidad", dice Whitehead. "Pero la investigación arroja resultados mixtos".

Eso concuerda con la experiencia de Roseanne, tanto con sus propios hermanos como con sus hijos. Ella dice que ser diferentes es un factor importante del conflicto.

La hija de Roseanne tiene talento atlético, mientras que su hijo es dotado académicamente. La mujer asegura que, dado que su hija debe esforzarse mucho más para tener buenas calificaciones, sus diferencias se han convertido en un constante punto de discordia entre los hermanos.

"Muchos maestros e incluso algunos miembros de la familia siempre comentan lo inteligente que es mi hijo", cuenta Roseanne. "Sé que es un punto de presión para mi hija".

También es común que la competición se intensifique en la adolescencia, opina Raad, ya que "los padres o los entornos escolares o deportivos crean la expectativa de que todo es una competencia".

Pero incluso cuando los hermanos desarrollan identidades independientes más tarde en la vida, las diferencias pueden continuar generando competencia y conflicto, especialmente con hermanos y hermanas que se criaron en el mismo hogar, pero terminaron siendo muy diferentes entre sí.

Incluso si sus caminos se bifurcan, afirma Raad, "eso no significa que no pelearán por cosas más adelante en la vida".

El factor de equidad

Otro factor importante de la rivalidad entre hermanos es la equidad, una idea que, según Whitehead, es muy importante para los niños.

"Es más probable que los padres otorguen privilegios a los niños más pequeños antes de haberlo hecho con los niños mayores", añade.

"Como padre, cuando le dices a un niño de 12 años, 'puedes quedarte despierto hasta los 10', es probable que el otro niño de 10 años también lo haga, porque [los padres] no quieren pelear".

Cuando los niños más pequeños obtienen el permiso antes que un hermano mayor, "eso puede hacer que el mayor sienta que las cosas no son justas. Eso crea conflicto", agrega Whitehead.

Y resulta que los hermanos no necesariamente "superan" ese deseo de justicia y eso sigue siendo uno de los factores que pueden llevar la rivalidad entre hermanos a la edad adulta, dice Raad.

"Entre las personas que tienen conflictos, parece haber un pensamiento implícito de que venimos del mismo lugar, de la misma familia, por lo que es justo que seamos similares, pares", afirma.

"Los problemas surgen cuando uno de los hermanos siente que algo es injusto en su vida. Existe la percepción de que uno de ellos es más bonito, más inteligente, más exitoso, y le da al otro la sensación de que la genética se ha distribuido de manera desigual", detalla.

En la edad adulta, la cuestión de la equidad entre hermanos se aplica a cosas como el éxito profesional, qué tan felices son las personas en sus matrimonios, etc., añade Raad.

"A diferencia de los amigos, donde puedes decir, 'oh, somos tan diferentes, venimos de lugares tan distintos', existe la idea de que como los hermanos tienen el mismo origen, debería estar en el mismo lugar", analiza.

Una suave motivación

Sin embargo, cierta rivalidad entre hermanos adultos no es necesariamente del todo mala.

Más de una cuarta parte de los encuestados de OnePoll dice que compite con sus hermanos y hermanas por sus objetivos profesionales y para el 15%, la rivalidad los ha motivado en sus carreras.

Para casi dos de cada 10 adultos existe una fuerte creencia de que la rivalidad entre hermanos los ha llevado a lograr más en sus vidas. Entonces, una cierta rivalidad puede ser saludable y simplemente natural.

Pero no es un hecho que todos los grupos de hermanos compitan por el resto de sus vidas. Para muchos, la lucha se desvanece a medida que se vuelven adultos.

Los expertos coinciden en que no hay ninguna razón por la que la rivalidad entre hermanos desaparece en algunas familias y persiste en otras.

"El mejor predictor de tu relación adulta es la infancia, pero también hay espacio para el cambio", cree Whitehead.

La intensidad de una rivalidad puede desvanecerse con el tiempo y la distancia, por lo que los hermanos que terminan viviendo lejos geográficamente o que no se ven con tanta frecuencia, naturalmente pueden chocar menos, opina.

La cantidad de cambios que experimenta una familia también puede afectar las rivalidades, agrega.

"Vemos cambios en torno a los grandes eventos como cuando alguien se casa, tiene un hijo, pierde a un padre. Todos ellos pueden ayudar a reorientar las relaciones", enumera.

Cuando grupos de hermanos son protagonistas, esos grandes momentos pueden unirlos y ayudar a derribar las barreras.

Pero, en última instancia, dice Whitehead, el factor determinante por el cual las familias superan la rivalidad es la personalidad.

"La relación entre hermanos es única y multifacética", describe "y a menudo hay tantas diferencias dentro de las familias como entre ellas".

Sin embargo, los expertos sugieren que los padres pueden ayudar a los niños pequeños a reducir la rivalidad natural y protegerlos de enfrentamientos más graves en el futuro.

"Los padres deben modelar las habilidades sociales y de resolución de problemas", asegura Raad.

"Puedes tener un conflicto en tu casa, eso es saludable, pero ser capaz de modelar cómo abordar ese conflicto sin que se intensifique ayudará a tus hijos en el futuro", puntualiza.

Alentar a los hermanos a formar relaciones cercanas en la edad adulta, incluso si eso significa una discusión ocasional, puede marcar una diferencia significativa.

"Esas relaciones realmente duran toda la vida", dice Whitehead. Y cuando nos volvemos adultos mayores "nuestros hermanos se vuelven aún más importantes para nosotros. Cuando nuestros padres se van, son la última conexión que tenemos con nuestra familia de origen".

"Había mucha tensión entre mis hermanos y yo en nuestra casa mientras crecíamos", recuerda Roseanne. "Pero ahora, estamos juntos, enviamos mensajes de texto y charlamos sobre mi madre, ese tipo de cosas, y me he acercado a al menos uno de ellos, aunque me tomó mucho tiempo".

Fuente:
BBC Worklife
Fecha publicación: Septiembre 2021
Autora: Kate Morgan Imágenes: Getty Images

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¿Por qué miente mi hijo? Claves para entenderlo y saber qué hacer.

'Mami, me duele la panza.' Detrás de las mentiras de los niños siempre suele haber una razón.

¿Por qué mienten los niños? Para dar respuesta a esta pregunta que muchos nos hemos hecho alguna vez, vamos a empezar reflexionando sobre el concepto en sí mismo. El ser humano es, por definición, mentiroso, por el mero hecho de ser un ser social, un “animal político”, como decía Aristóteles, con una clara necesidad de establecer vínculos emocionales con los demás.

Un recurso que facilita la adaptación y la defensa

La mentira es uno de los mecanismos adaptativos (Fuentes, 2013) y funcionales más importantes con los que contamos los seres humanos. Nos ayuda a relacionarnos con los demás, a integrarnos en algunos colectivos, a defendernos cuando no nos sentimos preparados para afrontar algunas consecuencias, a establecer límites, a ocultar información o a alcanzar ciertos objetivos.

Algunos animales se mimetizan o camuflan para confundir a sus depredadores. Pero el ser humano es la única especie capaz de no decir la verdad por ser también la única que posee la habilidad lingüística para expresar el engaño.

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>Una propiedad de la inteligencia

Por otra parte, también es un rasgo de inteligencia. Quien recurre a ella tiene que hacer un mayor esfuerzo intelectual que el que dice la verdad, porque se ve obligado a asegurar la coherencia de lo que dice, controlar sus emociones y prestar atención a su lenguaje no verbal. Una buena mentira precisa de imaginación, pensamiento analítico, memoria y planificación estratégica, ya que debe ser ‘creíble’ para la otra persona. Un proceso que requiere de mejoras o ajustes en función de la reacción del otro interlocutor.

Y si los adultos sabemos cómo no decir la verdad, los niños y las niñas, evidentemente, también. De hecho, es un rasgo evolutivo que aparece entre los 2 y los 3 años y que se va sofisticando a lo largo de la infancia y la adolescencia. En esta etapa de transición a la edad adulta es cuando la mentira se torna en algo mucho más complejo y elaborado debido a la mejora de la fluidez verbal, el aumento del vocabulario, una mayor capacidad de improvisación y de control emocional.

Atendiendo a la función educadora que tenemos como padres y madres, esta forma de proceder puede hacernos sentir rechazo y empujarnos a emitir juicios morales etiquetando a nuestros hijos e hijas de ‘mentirosos’, lo que, con mucha probabilidad, dificultará el cambio de actitud. Este tipo de etiquetas suelen implicar que los adolescentes respondan obedientemente a ellas.

5 Claves para afrontar la mentira en familia

A continuación, compartimos algunas claves para tratar el tema de las mentiras con tus hijos e hijas:

1. Intenta entender qué hay detrás

Si lo pensamos detenidamente, la causa puede ser multifactorial:

  • Necesidad de controlar una situación que le genera inseguridad.
  • Voluntad de ocultar un error.
  • Evitar un conflicto.
  • Controlar el estrés.
  • Esconder algo que le avergüenza.
  • Inventar una historia que le hace sentir mejor.
  • Proteger su privacidad (sobre todo en caso de adolescentes).
  • Dificultad para autocontrolarse.

Un niño no miente porque sea un mentiroso y punto. Detrás de una mentira siempre hay motivos y los padres hemos de tratar de averiguarlos para conseguir que sean más honestos. Es importante que sepan que nuestro amor no está en juego, que, independientemente de sus errores, seguimos queriéndolos y siguen siendo igual de valiosos para nosotros.

2. Toma conciencia de tu reacción

Ante una mentira es esencial mantener la calma y no tomárnosla como algo personal. Tenemos que entenderla en sí misma como una oportunidad de aprendizaje y para ello es fundamental que nuestra reacción sea pausada y libre de juicios morales.

Pongamos un ejemplo de respuesta sensata: “Cariño, ¿me puedes contar exactamente cómo sucedió para poder entenderte? No te voy a juzgar, a veces mentimos por miedo, pero me digas lo que me digas, no voy a enfadarme, solo quiero ayudarte”.

3. Evita la ironía

El doble sentido y la ironía pueden llegar a ser muy degradantes. Cuando los niños son muy pequeños, no la entienden y se quedan descolocados, lo que nos sitúa en una situación de superioridad que no permite que aprendan de su error. Y cuando son adolescentes, lo único que conseguimos es humillarles. Y de la humillación no surge ningún aprendizaje valioso y útil para la vida.

4. Aliéntale cuando diga la verdad

Las virtudes son buenas acciones que se entrenan y terminan convirtiéndose en hábitos. Para animar a nuestros hijos a decir la verdad, aprovechemos aquellos momentos en que son honestos para agradecerles el gesto y alentarles: “te debe haber costado mucho esfuerzo decir la verdad, gracias por hacerlo”. “Decir la verdad es de valientes”. O “vamos a ver cómo podemos buscar una solución entre los dos”. Evitemos enfadarnos, aunque la verdad no nos guste: recuerda que uno de los motivos por los que mienten es por miedo y por evitar conflictos.

5. Da buen ejemplo

Seguramente nuestros hijos e hijas nos han visto mentir más de una vez: “dile a tu abuela que después la llamo, que ahora estoy ocupada”. “Dile a la vecina que estoy en la ducha”. “No podemos ir este sábado a la celebración porque tenemos un compromiso”. Las excusas son mentiras. Si queremos ser ejemplos de honestidad, seamos honestos.

Si observamos que su actitud poco sincera se está convirtiendo en algo rutinario o muy constante, conviene reflexionar sobre qué está causando esta conducta: quizá ha habido algún elemento estresante o algún cambio que pueda explicar esta actitud.

En resumen, observar, buscar patrones de conducta y ser un ejemplo son tres aspectos fundamentales para ayudar a los niños y las niñas a ser honestos.

Fuente:
Revista Sapos y Princesas (Diario El Mundo)
Autora: Anabel Valera
Consultora educativa

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