Abril 2022

Espacio de reflexión para acompañar el crecimiento de nuestros hijos.

Este mes les proponemos los siguientes temas:

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Comida saludable y lúdica para los más chiquitos.

Por lo general, los más chiquitos son selectivos para comer. Después del rápido crecimiento del primer año de vida, el índice de crecimiento y el apetito de un niño pequeño tienden a disminuir.

Los más peques comienzan a desarrollar preferencias por los alimentos, un proceso bastante caprichoso. El alimento favorito de un niño pequeño un día puede dejar de serlo al día siguiente, o un alimento desdeñado podría de repente volverse aquel que quiere comer a toda hora. Pueden comer durante semanas 1 o 2 alimentos preferidos y nada más.

Intentá no frustrarte con este comportamiento típico de los niños pequeños. Te sugerimos presentarle opciones de alimentos saludables de manera divertida y creativa.

Los niños pequeños generalmente están más dispuestos a probar nuevos alimentos que les sean presentados de formas atractivas. También tienden a disfrutar aquellos alimentos que puedan sumergir en una salsa o dulce. A veces esto funciona como “trampolín” para que se animen a probar.

Acá te dejamos algunas sugerencias visuales muy fáciles de preparar!

Seleccioná la imagen para ampliarla.

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Cómo poner límites a los chicos de manera positiva

¿Alguna vez has escuchado que prohibir es despertar el deseo? ¡Seguro que sí!

Para el cerebro de los niños es difícil decodificar una negación, pero no solo les pasa a ellos; a los adultos nos pasa exactamente lo mismo. Si yo te digo: “No te imagines un elefante rosa con alas”, ¿qué se dibuja en tu mente ahora mismo? Pues eso…

Muchas veces a los padres nos preocupa mucho cómo alcanzar el equilibrio entre libertad y límites, porque podemos caer en uno de los extremos:

Disciplina sin libertad: represión.

Libertad sin disciplina: caos.

Pero, tal y como decía María Montessori:

Libertad y disciplina son dos caras de una misma moneda: no puedes tener una sin la otra.

Diferentes modos de educar

Estos dos polos evolucionarían a estilos de autoridad diferentes, y es necesario encontrar el punto en el que nos queremos situar:

Permisividad: el padre/madre/educador da al niño una libertad incontrolada, sin límites, normas ni consecuencias, incluso sin actuar ante conductas irrespetuosas o irresponsables del niño.

Autoritarismo: el padre/madre/educador se impone por encima del niño y hace valer su voluntad por encima de cualquier cosa imponiendo la sumisión del niño (castigos, gritos, nalgadas…).

Sana autoridad o enfoque democrático: el niño reconoce una figura que está por sobre él, que sabe más, por lo que lo puede proteger y le muestra con cariño cuál es el camino correcto (aquí estaría el modelo que propone la Disciplina Positiva).

Además, hay un cuarto estilo que desde mi punto de vista es el peor enfoque de todos y desgraciadamente más común de lo que debería ser:

Ambivalencia: unos días “vale todo” y otros días hay gritos y castigos sin explicaciones, y sin que el niño comprenda por qué lo que un día está bien, otro día está fatal.

Es cierto que hay personas que pueden verse reflejadas en los diferentes estilos educativos, según sea el día. Tampoco hay que culparse amargamente. No somos perfectos y hay días que determinadas situaciones nos sobrepasan (la falta de tiempo y medios para conciliar nos está poniendo realmente difícil el poder ofrecer la educación que quisiéramos a nuestros hijos/as).

Lo importante es darnos cuenta de cuándo estamos siendo demasiado autoritarios o permisivos, pedir perdón si hace falta (incluso explicar a nuestros hijos que a veces nos equivocamos), y estar dispuestos a cambiar para hacerlo cada día un poquito mejor.

Los límites son necesarios

Entonces, estamos de acuerdo en el punto de partida, ¿verdad? Los límites son necesarios y además dan seguridad al niño. Deben ser pocos pero muy claros. En la filosofía Montessori se habla de tres:

  • Respeto hacia uno mismo (no hacerse daño ni dejar que nos lo hagan).
  • Respeto a los demás (no pegar, morder, tirar del pelo, insultar, etc.).
  • Respeto al ambiente (no romper cosas, no pisar hormigas, no arrancar hojas a las plantas…).

¿Te has dado cuenta de que tenemos una tendencia natural de expresar los límites en negativo? Sin embargo, tal y como decíamos al principio del artículo, es muy difícil para nuestro cerebro entender el “no”, porque primero se imagina la acción en sí misma, y luego tiene que interpretar que no se puede hacer, y tratar de comprender el porqué. Complicado, ¿verdad? Pues para un niño menor de tres años es prácticamente imposible. ¿Cómo hacemos entonces?

Intentar explicar siempre los límites en positivo

¿Cuál es la primera frase que nos sale automáticamente si nos encontramos una situación como esta?
«¡No saltes en el sofá!”

Podemos marcar el límite en positivo, ¿cómo? Explicando al niño lo que sí puede hacer.
«Sólo saltamos en el suelo”

Y luego preguntando para asegurarnos que lo ha entendido:
«¿Dónde podemos saltar?»
«En el suelo».

Sé que es muy difícil cambiar el chip. Todo esto es una “carrera de fondo”, pero si vamos incorporando esta manera de actuar a nuestro día a día nos sorprenderán los resultados.

Ejemplo 2:

¡No puedes entrar a la cocina!

Sin embargo, no podemos evitar tener que preparar la cena o la comida para el día siguiente, y nos “estresa” tener que dejar al peque solo unos minutos o en su parque o mantita de juegos, más aún cuando “escuchamos” un silencio misterioso y sabemos que nada bueno está pasando…

¿Y si le damos “la vuelta a la tortilla” (nunca mejor dicho) y pensamos en lo que sí podría hacer? ¿Podemos adecuar el ambiente para que haya una zona de seguridad donde el peque pueda jugar tranquilo cerca de nosotros mientras cocinamos?

Cuando son muy pequeños podemos adaptar uno de los armarios bajos y poner ahí “cacharritos” de verdad con los que pueda jugar muy entretenido, y cuando son un poco más mayores nada mejor que una Torre de Aprendizaje y que nos acompañen haciendo de pinches. ¿Cómo lo ves?

Hacer vs no hacer

Cuando estuve viviendo en México tuve la oportunidad de asistir a un taller vivencial de Disciplina Positiva que me encantó. En uno de los ejercicios nos dividimos por parejas. Mientras que unos hacíamos de niños otros hacían de adultos con sus constantes “no hagas esto”, “no hagas lo otro”, y nos hacían sentir realmente muy pequeños y confundidos (he de decir que alguno terminó derramando una lagrimita).

Además de lo que he explicado anteriormente sobre entender o no una frase negativa, ya sabemos que los niños pasan por una fase de rebeldía, muy importante para su desarrollo, alrededor de los dos años o incluso antes llegan las temidas “rabietas”, edad que se conoce como los “terrible twos” en el lenguaje anglosajón.

Esto hace que de forma natural tiendan a decir que no a todo, y a rechazar órdenes porque se sienten obligados y presionados. Además, no entienden las razones que hay detrás si no nos paramos e invertimos tiempo en intentar explicárselas de una forma adecuada a su edad.

Para nosotros puede parecer obvio que no han de meter los dedos en un enchufe porque pueden sufrir una descarga eléctrica pero, ¿por qué tendrían que saberlo ellos?

En otras ocasiones el entorno que nos rodea nos puede llegar a decir que el niño “se porta mal para llamar la atención”, o que somos demasiado blandos y “nos está tomando la medida”.

Sin embargo, el comportamiento es sólo lo que vemos, la punta del iceberg, pero detrás de una determinada actuación siempre suele haber una creencia errónea y una necesidad. Hay una imagen que lo explica muy bien:

Tal y como explica Gregory Walton, el sentido de pertenencia es:

Una palanca psicológica que tiene amplias consecuencias. Nuestros intereses, motivación, salud y felicidad están unidos al sentimiento de que pertenecemos a una comunidad mayor que puede compartir intereses y aspiraciones comunes. Por el contrario, ser excluido puede minar nuestro bienestar, función inmunitaria, rendimiento intelectual y autocontrol.

Por eso es tan importante reflexionar siempre sobre el lenguaje con el que nos dirigimos a los niños, tratar de utilizar expresiones que les involucren, porque ellos en el fondo quieren sentirse capaces de cooperar y contribuir en la familia.

Un niño se siente mucho mejor cuando le decimos que haga algo en lugar de que no haga algo, aquí te planteo otro ejercicio de ejemplo y te invito a que lo practiques con tu pareja, a ver cuál de las dos partes se te da mejor.

No hacer:

  • No te sientes.
  • No coloques las manos a los lados.
  • No cierres la boca.
  • No abras la boca.
  • No me mires.
  • No estés quieto.
  • No te pongas de pie.

Hacer:

  • Ponte de pie.
  • Levanta la mano.
  • Cierra la boca.
  • Siéntete.
  • Mira a otra persona.
  • Abre la boca.
  • Aplaude.

¿Cuál es tu conclusión? ¿Sabías lo que podías hacer en la primera parte? ¿Sentiste estrés, torpeza o incomprensión? ¿Y en la segunda parte? ¿Pudiste seguir las indicaciones tranquilamente?

A partir de ahora, ¿vas a pararte a pensar un momento antes de que te salga el “no” automático

 

Fuente:
https://www.criarconsentidocomun.com/como-poner-limites-a-los-ninos-de-manera-positiva/

Autora: MIRIAM ESCACENA

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Tu hijo adolescente no sabe qué va a estudiar: ¿cómo ayudar?

Llega un momento en la vida de nuestros hijos que puede parecer complejo, aunque también resulta enriquecedor y empoderador para ellos: el momento en el que deben empezar a decidir qué estudiar. Hay tantas opciones disponibles que a veces, es normal que surjan dudas.

¿Tu hijo o hija está en edad de escoger sus estudios y le asaltan mil dudas? ¿No sabe exactamente qué le gusta o qué camino tomar? ¿Cómo ayudarles como madres y padres?

Es normal que un adolescente de 15, 16 o 17 años, no tenga ni idea de qué va a estudiar. Lo cierto es que, precisamente, son minorías las que lo tienen 100% claro (o incluso, mínimamente claro).

Por otro lado, no es fácil acompañar a un adolescente que tiene que decidir su futuro, aunque encontramos algunas ideas clave que nos pueden ayudar a acompañarle en esta decisión. ¡Hablamos de siete de ellas!

Mi hijo no sabe qué estudiar: ¿Cómo ayudarlo?

Aunque se trata de una tarea que deberá resolver él o ella, lo cierto es que como padres y madres podemos hacer que esta decisión resulte un poco más sencilla (aún siendo compleja).

Les dejamos siete ideas clave para ayudar a vuestro hijo en este proceso. ¡Toma nota!

Exploren juntos sus preferencias

En la actualidad existen centenares de carreras, así como de grados medios, superiores, tipos de formación profesional... La variedad permite escoger con más libertad, pero al suponer también más opciones conlleva, a veces, más dudas.

Por ello los animamos a explorar junto a sus hijos sus preferencias. Pueden hacerlo de muchas maneras; por ejemplo, hablando de sus gustos, de su forma de ser, de la profesión en la que se ven el día de mañana... Y pueden hacerlo escribiendo todas estas impresiones, buscando información en internet, etc.

Investigar juntos qué le despierta curiosidad

Descubrir qué nos despierta curiosidad resulta un elemento clave para explorar nuestras preferencias y, a su vez, para explorar qué es lo que nos gustaría estudiar.

Es por esto por lo que podemos acompañar a nuestro hijo a descubrir qué le causa curiosidad: por ejemplo, el cuerpo humano, los números, las letras, el funcionamiento de las máquinas, la construcción de un edificio, etc.

A través de estas respuestas, él mismo puede empezar a darse cuenta de qué estudios encajan más con él y cuáles no tanto.

Además, un pequeño ejercicio de visualización que te puede ayudar es: anímale a dibujar cómo se ve trabajando en el futuro, en 10 o 15 años. ¿En una oficina, quizás? ¿En casa? ¿En un taller? ¿Pintando cuadros? ¿Para una revista? Esto le ofrecerá un poco de perspectiva y luz.

Hablar sobre sus habilidades

A la hora de saber qué estudiar, tan importante es saber qué nos gusta cómo saber qué se nos da bien. Todos tenemos potencial en algo, habilidades que nos hacen destacar... ¡Tu hijo también!

Por ello, anímale a descubrirlas. Hablen sobre aquello que le sale bien, pregúntale en qué ambientes se siente más cómodo, más habilidoso... E indaga junto a él si esas habilidades coinciden o no, con sus gustos.

Acompáñale a investigar

Otra idea que los puede ayudar como padres es acompañar a su hijo a investigar en las futuras carreras, cursos, grados superiores... Normalmente, existen días de puertas abiertas en las universidades, charlas sobre las diferentes carreras y grados, etc.

Pueden ser un apoyo para ellos en ese momento. Por otro lado, en internet también hay información sobre los diferentes tipos de estudios, así como en los libros, en vídeos de testimonios que hablan sobre sus profesiones, etc.

Anímale a que se informe, a que descubra en qué consisten exactamente los estudios y a que pueda decidir con toda la información posible.

Escriban una lista con las prioridades

Otro paso es animar a vuestros hijos a escribir una lista con sus preferencias. Es decir, arriba del todo, agregar las opciones que más le convencen, y más abajo, opciones que también le parecen atractivas y que no descarta.

La idea es ordenar las prioridades y, posteriormente, ir tachando por descarte, hasta que queden pocas opciones y resulte más fácil escoger.

Dale su espacio para escoger con libertad

A veces, resulta inevitable volcar expectativas en nuestros hijos, así como deseos, preferencias nuestras en cuanto a sus estudios... Y es que muchas veces lo hacemos inconscientemente.

Está bien aconsejarles (sobre todo, transmitirles nuestros conocimientos y experiencia), pero no intentar presionarles para que escojan una opción u otra.

La mejor opción es la que se escoge desde la libertad. Por ello, ¡dale espacio y libertad a tu hijo para escoger! Transmítele que, escoja lo que escoja, si lo escoge con conciencia e información, estará bien. No hay opciones menos válidas aquí.

"La libertad significa la oportunidad de ser lo que nunca pensamos que seríamos".

-Daniel J. Boorstin-

Disminuye la presión

En línea con el punto anterior, os animamos a disminuir la presión que probablemente esté sintiendo vuestro hijo. Una decisión como el hecho de escoger estudios puede suponer una gran fuente de estrés, porque en cierta manera, los adolescentes han interiorizado que están decidiendo su futuro.

Y en parte es así, pero no olvidemos que uno puede cambiar de opinión, equivocarse, empezar un tipo de estudio y después cambiarse a otro... Y está bien. Transmitámosle esa confianza, esa calma.

A veces hace falta experimentar

Sabemos que no es fácil decidir qué nos gusta y que, muchas veces, esto lo descubrimos durante el trayecto; es decir, iniciando unos estudios, empezando unas prácticas profesionales...

¿Qué queremos decir con esto? Que quizás, tu hijo sabe desde hace tiempo qué le gusta, o quizás no. Quizás lo descubra empezando unos estudios o viviendo ciertas experiencias. Y está bien.

Cualquier decisión será buena

Lo importante es que sientan que tienen el derecho a equivocarse o a cambiar de opinión. Por ello es tan importante transmitirles que cualquier decisión que tomen será buena, si la toman con información y consciencia, como decíamos. Aunque, lógicamente, intentaremos que escojan algo que realmente les guste y les encaje.

Reflexión final

Si estás viviendo esta situación con tus hijos, puede que tú también tengas ciertos miedos: ¿Estarán escogiendo bien? ¿Y si después no están seguros de su decisión? ¿Serán felices? Es normal que tengas miedos: como padre o como madre, te animamos a normalizarlos y a permitirte sentirlos.

Escoger estudios es una decisión importante, pero a veces no es la definitiva, y no pasa nada. Al final, es importante ser conscientes de que todos tenemos derecho a "equivocarnos" o cambiar de rumbo a mitad de camino. Recuerda que la mejor forma de ayudar a tu hijo es, simplemente, estando ahí.

Escuchar sus preferencias, sus ideas, sus miedos, sus gustos... y promover en él un sentido crítico a la hora de decidir, puede ayudaros a los dos en este camino hacia su futuro.

"Cada vez que tomas una decisión, cambias el futuro".

-Deepak Chopra-

Fuente:
Revista Bebes y Mas
Autora: LAURA RUIZ MITJANA

Octubre 2021

https://bit.ly/3vijuWB

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